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Apol·lo

Apol·lo

Reprenem les lectures de Mitologia. Ara és el torn d’Apol·lo, de qui ens fa un bon retrat el poeta grec Cal·límac:

De oro es el manto de Apolo, y la túnica que se abrocha; de oro es su lira, y el arco Lictio y la faretra; de oro son también sus sandalias. Apolo es todo él oro y riqueza: Pito es buena prueba de ello. Siempre es hermoso, siempre es joven. Ni el más mínimo bozo cubrió jamás las tiernas mejillas de Febo. Nadie tan rico en artes como Apolo. Le pertenecen tanto el arquero como el aedo, pues el arco y el canto están encomendados a Febo. Suyos son las profetisas y los adivinos. Febo es quien ha enseñado a los médicos el arte de retrasar la muerte.

Però si el déu ens pot curar, també envia la mort repentina amb les seues fletxes. En aquest text de la Ilíada un sacerdot troià, Crises, li demana venjança contra els grecs; i Apol·lo actua:

“Si alguna vez he techado tu amable templo o si alguna vez he quemado en tu honor pingües muslos de toros y de cabras, cúmpleme ahora este deseo: que paguen los dánaos mis lágrimas con tus dardos”. Así habló en su plegaria, y Febo Apolo le escuchó y descendió de las cumbres del Olimpo, airado en su corazón, con el arco en los hombros y la aljaba, tapada a ambos lados. Resonaron las flechas sobre los hombros del dios irritado, al ponerse en movimiento, e iba semejante a la noche. Luego se sentó lejos de las naves y arrojó con tino una saeta; y un terrible chasquido salió del argénteo arco. Primero apuntaba sobre las acémilas y los ágiles perros; mas luego disparaba contra ellos su dardo con asta de pino y acertaba; y sin pausa ardían densas las piras de cadáveres.

Febus és un altre nom amb què és conegut el déu. L’hem vist associat a l’or; i foren sobretot els poetes llatins els qui l’identificaren també amb Hèlios, el déu del sol. Així ens descriu Ovidi el seu palau resplendent:

S’aixecava el palau del Sol en altes columnes

tot resplendent amb l’or i el pirop que imita les flames;

era el seu sostre cobert amb blanques teules d’ivori

i els batents del portal amb claror de plata lluïen.

(…) Amb vestits de porpra s’hi troba

Febus, que seu en un tron tot clar de brillants i maragdes.

Són el Dia, i el Mes, i l’Any a dreta i esquerra

amb els segles i, a espais iguals disposades, les hores;

la Primavera recent, que cenyeix florides corones

hi és, i l’Estiu despullat, que porta feixos d’espigues,

la Tardor tota bruta d’haver trepitjat la verema

i l’Hivern congelat, de blanca testa eriçada.

I seguim llegint Ovidi per tal de recordar una de les més famoses aventures amoroses d’Apol·lo, que tan mala sort solia tindre en aquests casos:

El primer amor de Apolo fue Dafne, la hija del Peneo, y no fue producto del ciego azar, sino de la violenta cólera de Cupido: “Aunque tu arco atraviese todo lo demás, el mío te va a atravesar a ti”. Dijo y sacó de su aljaba portador de flechas dos dardos de diferente efecto; el uno hace huir al amor, el otro lo produce. El que lo produce es de oro, y resplandece su afilada punta; el que lo hace huir es romo y tiene la caña guarnecida de plomo. Éste fue el que clavó el dios en la ninfa del Peneo, mientras que con el otro hirió hasta la médula de Apolo después de atravesarle los huesos. En el acto queda el uno enamorado; huye la otra hasta del nombre del amor. Corren veloces el dios y la muchacha, él por la esperanza, ella por el temor. Sin embargo el perseguidor es más rápido, acosa la espalda de la fugitiva. Agotadas sus fuerzas, palideció; vencida por la fatiga de tan acelerada huida, mira las aguas del Peneo y dice: “Socórreme, padre; si los ríos tenéis un poder divino, destruye, cambiándola, esta figura por la que he gustado en demasía”. Apenas acabó su plegaria cuando un pesado entorpecimiento se apodera de sus miembros; sus suaves formas van siendo envueltas por una delgada corteza, sus cabellos crecen transformándose en hojas, en ramas sus brazos; sus pies un momento antes tan veloces quedan inmovilizados en raíces fijas; una arbórea copa posee el lugar de su cabeza; su esplendente belleza es lo único que de ella queda. Y el dios le habla así: “Está bien, puesto que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás mi árbol”.

 

Les traduccions dels textos són de Luis Alberto de Cuenca i Máximo Brioso (Cal·límac); i de Jordi Parramón i Antonio Ruiz de Elvira (Metamorfosis d’Ovidi). Els textos en castellà els hem pres de l’antologia Los dioses del Olimpo, publicada per Alianza Editorial.

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